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La muerte y el duelo

La mayoría de nosotros conocemos lo que se siente ante la pérdida de un ser que amamos, sino al menos tenemos la creencia de cómo podría ser. Ante la pérdida, atravesamos las fases del duelo: crisis, negación, enfado, depresión, aceptación.


Tras la crisis inicial, lo primero que hacemos es negar la situación; es común escuchar “esto no me está ocurriendo a mí”, o ver gente que no expresa emoción alguna ante una gran pérdida. 


Después la sensación de injusticia nos invade, luchamos contra nuestras emociones y nos enfadamos o culpabilizamos a otros o incluso a nosotros mismos: “qué injusta es la vida”, “si hubiera llegado antes", "si hubiera hecho aquello en lugar de esto”.


Cuando conseguimos serenarnos y calmar la mente, el torrente de las emociones (que hasta ahora habíamos reprimido) nos inunda generándonos un enorme dolor y tristeza. En algunos casos hace que lloremos desconsoladamente.


Hasta que aceptamos... algo que no ocurre siempre. Al cabo de un tiempo indeterminado vamos comprendiendo la situación, la aceptamos. En la mayoría de los casos, después de meses o años, somos capaces de recuperar el estado emocional previo a la pérdida. En otros casos encontramos resignación, cuando las personas deciden vivir permanentemente con el dolor.


El duelo es un proceso natural. Cada uno de nosotros necesita un tiempo propio para realizar este proceso. Sin embargo, cuando nos estancamos en alguna de las fases demasiado tiempo, surgen los problemas. Lo que debería ser un estado emocional transitorio, al ser mantenido en el tiempo, se convierte en nuestra personalidad y pasa a formar parte de nosotros: “Juan está siempre enfadado", "Luisa es una persona triste”,...


El proceso de duelo no solo sucede ante la pérdida de seres queridos. También ocurre cuando termina una relación, cuando enfermamos, cuando finalizamos un trabajo, cuando cambiamos de lugar de residencia, cuando nos despedimos de costumbres que asociamos con nuestra identidad (dejar de fumar, cambios en la dieta, etc.). En Blue Chrysalis sabemos que cada obstáculo nos convierte en alguien mejor: “la oruga no se convierte en mariposa sin realizar el esfuerzo de salir de la crisálida”.


Los obstáculos son un regalo que nos convierten en mejores personas. El duelo, si lo enfocamos desde otro punto de vista, es una gran oportunidad de aprendizaje que en el futuro contribuirá a que nuestra vida sea más feliz. Es por todos conocida la ejemplar perseverancia de Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos, para alcanzar la Casa Blanca; Lincoln sufrió depresión durante una gran parte de su vida, y muchos historiadores consideran que fue la superación de la depresión lo que le impulsó a la grandeza.



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